jueves, 30 de julio de 2009

Memoria emotiva

Después de mucho tiempo he vuelvo a leer. Últimamente he leído cosas por obligación y muy pocos para despuntar el vicio de viajar imaginariamente a otros lugares, a otras vidas.
Una de esas últimas veces en que leí por gusto, me tope con una historia que contaba que uno de los escritores que más imaginación han tenido, nunca había viajado a ningún lado, o algo así. Julio Verne, un adolescente que quiso escaparse a dar la vuelta al mundo en un barco, fue pescado por su padre ante de comenzar su aventura. Si bien no se abunda en detalles, parece que el hecho lo marco de manera tal que nunca se atrevió a realizar ningún viaje exótico. Parece que se convirtió en una especie de estudioso de los atlas de la época, que le sirvieron de base para imaginar las locaciones de sus historias.
¿Qué es lo que me asombra de todo esto?. Me parece muy… loco… alucinante…
asombroso, que alguien tenga el poder de llevarme a un lugar que ninguno de nosotros conoce. Es obvio que nadie ha viajado al centro de la tierra, o a la luna (la teoría de la conspiración me lleva a poner en duda este logro), ni se ha sumergido en las profundidades del mar a las cuales accedió el capitán Nemo, pero si podríamos haber dado la vuelta al mundo en 80 días (o una vuelta al día en 80 mundos? JC) o haber conocido el faro del fin del mundo, ver los paisajes de los diferentes continentes y conocer a los lugareños, cruzarnos con un equilibrista de circo y una bella mujer. Nadie estuvo ahí, pero él llego de alguna manera.
¿A que iba con todo esto? (me fui por las ramas).
Volviendo a empezar, leí algo que me llevó a viejas emociones, no de las más lindas de mi vida, pero al leer me llevo a recordar como me sentía hace 10 años atrás.
Ninguna situación de las que ojeé se podía comparar con mi propia vida, no coincidíamos en nada, salvo en la sensación de angustia, de dolor, o la falta de lugar al cual llegar venía de la mano de otros problemas, pero (siempre hay un pero) la descripción del sentimiento, esa necesidad de sacarse una cruz de encima, el querer encajar, añorar algo tan sencillo como que te miren sin que nadie prejuzgue, sin que nadie sienta lastima, sin que te pongan un estigma cada vez que te ven, Pobrecito el nene… y con la familia que tiene… y bue, los padres de separaron y como no queres que aparezca borracho…
Por suerte después de mucho tiempo aprendí que es al pedo darle bola a esa gente, pero mientras tanto me costo, aun hoy creo que me cuesta, me sentí anormal, fuera de lugar, un pobre diablo, hasta que me dí cuenta que el “normal” tenía problemas peores que yo, comencé a cagarme en todos, a desayunar limones para mostrarles la mierda de ellos y que así dejen de fijarse en mi. Aun hoy me desayuno algún boludo cada tanto, pero solo para no olvidarme de que hay un lugar al que no quiero volver, que hay cosas que no quiero pasar.
Cuando veo sus caras de cómo sabía o de no me digas eso, que animal que sos, me doy cuenta que muchas cosas sirvieron, que haber sufrido un poquito más que el resto me sirvió para mirar más allá, para ver que las cosas no son blancas o negras, que no somos ni tan buenos, ni tan malos y para darme cuenta que ser el pobrecito me chupa un huevo, aunque cada tanto suba por la garganta ese sabor amargo de algunos recuerdos.

Y como es una especie de banda fetiche de este blog, les dejo un tema de Seru Giran, Perro andaluz.