jueves, 5 de febrero de 2009

Que difícil se me hace…

…ponerme a escribir para cualquier cosa. No sé si es por las vacaciones o si uno toma una determinación de mostrar sus cosas y después se arrepiente; usando de pretexto la falta de ganas. Sea como sea he decidido publicar algo más… publicar un poquito más de mi… es algo que cuesta, pero alguien tiene que decir que lo que escribo es una basura…aunque yo preferiría que dijeran lo contrario.
Creo que este es el primes post del año y a continuación voy a divulgar un cuento en el que una persona ve el reflejo de algo extraño en un lugar en el que no se lo imaginaba.

“En la posada del fracaso donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad comparten colchón,
y cuando por la calle pasa la vida como un huracán
el hombre del traje gris saca un sucio calendario del bolsillo y grita,
quien me ha robado el mes de abril”
Joaquín Sabina

Psicosis

Otras vez como casi todas las noches ya siento la boca llena del gustito que tiene el tabaco del gitanes en mi boca
Sentado en uno de los bancos de madera que adornan los pasillos de la Facultad de Derecho fumo y se despejan las ideas, la mente vuela y fluyen los pensamientos, y uno principal, ese que pasa una y otra vez dando vueltas entre el humo del cigarrillo.
Uno no se da cuenta, hasta que en algún momento te cae la ficha y lo ves tan claro, ves como la vida se empeña en tomar un destino que uno no busca, como va tomando caminos de discordia y de furia contenida, de no gracias por no putear, de buenas tardes doctor, y un gusto haberlo conocido, sonriendo por fuera y carcomiéndote el alma de las costilla para adentro.
Pasan vueltas y se te cruza una tormenta amorosa de odios y rencores, si ya empiezo a pensar en lo bueno que sería una novela escrita por mí para el canal de la mujer, con actores que se desvelan en llanto, desengaños y recuerdos de amores pasados y el infaltable final feliz.
Pero no, hoy la novela termina con Joaquín pidiéndole a Cristina que lo mate por compasión, que le rompa las muñecas con la gillette por el amor que nunca tendrá de ella. Mientras ella se viste. Él insiste y sabe que cuando pasen la puerta del hotel ella volverá, como siempre, a su rutina de matrimonio deshecho por las costumbres de los años.
Y desde el banco se ve tan claro, Joaquín con los pies en el suelo, sentado en la cama desnudo, los brazos apoyados en las rodillas y sosteniendo la cara con las manos, y Cristina insensiblemente fría ante su desconsuelo, frente a él, desde la ventana abrochándose la camisa se seda blanca.
Yo sigo ahí sentado sin poder ponerle la mano en el hombro, poder darle mi amistad a ese hombre que ya no es él, que no sé como era, pero que seguramente era otro y no el que tiembla de rencor y estrella la copa de vino contra la pared.
El sobresalto, y la gente que no entiende que ellos están ahí parados frente a nosotros, risas y quejas por las materias que se cursan, charla de obligación para arreglar salidas con las compañeras de curso y él que sufre y mira sin ver, que camina por el cuarto esperando una reacción de Cristina que se pone los zapatos.
Alguien al lado mío revisa un cuaderno y no se da cuenta de lo que pasa, no ve a Joaquín abrazándola y besándola, no lo ve pidiéndole que se escapen juntos a algún lugar donde nadie los conozcan, lejos de la gente que les prohíbe esta locura. Y el forcejeo, Cristina que se escapa de los brazos que antes la acariciaban, dando explicaciones sobre el porque ella no eligió esa vida, que estaba digitada así, y que eso que pasaba entre ellos no se volvería a repetir, Carlos sospechaba -¿Cómo le explico mis vueltas después de que él llega del trabajo? Además ya no puedo mirarlo a la cara, me desarma con sus celos y su desconfianza, ya no puedo soportar sus presiones, por favor dejame ir. No te vas, aclaremos todo, no puedo seguir así, escondiéndome, rogando migas de cariño y resulta que todo se termina como si nada pasara, sin importarte nada ¿ya no te importo, es eso no? Solo soy un juguete con el que te cansaste de jugar y como te aburrís lo tiras a la basura. No, no es así ¿para que seguir sufriendo los dos Joaquín? Sabes que en cierta forma yo también te amo, pero no podemos llevar esto adelante, yo no puedo y ya decidí. ¡No me trates como a un bebé! no me digas esas cosas, yo sé que no me amas pero tene el valor de decirlo, quiero escucharlo de tu boca, de los labios que bese hace un momento.
¡Basta! que alguien se meta entre ellos, por favor, me desespero y fumo sin ver la forma de pararlos. Dos personas que no conozco me miran sin disimulo.
Esto se termina acá, no hay vuelta atrás, es verdad, tenes razón, no te amo ¿ahora me vas a dejar ir, carajo? Yo estoy más inquieto que nunca, y las personas me siguen mirando.
Joaquín, con su cara desencajada por la confesión, se abrocha el pantalón y de un tirón saca el cinturón que lleva en la cintura, en ese momento todo se tiñe de gente que sale de las aulas a las corridas, prendiendo cigarrillos, no dejar ver, cubren a Joaquín que va hacia Cristina con el cinturón en alto. ¡Córranse de ahí! No sean cómplices de él, no ven que la va a matar.
De repente Pablo me frena en seco. Tranquilo Seba, no pasa nada, estas en la facultad. Yo desconcertado, llorando por lo que seguro ya concreto Joaquín, y que ya nadie puede ver y Pablo que me lleva de un brazo hasta el auto, sin que nadie haya visto nunca nada.