sábado, 25 de junio de 2011

Fútbol que me hiciste mal

A mí me gustaba jugar al futbol en la puerta de mi casa con los pibes del barrio juntando las monedas para comprar una “caprichito” (se imaginaran porque el nombre de la pelota) con la que patear en el portón de la panadería de la esquina. Me gustaba armar dos arcos con piedras en la calle para el picadito de la tarde después del colegio, el del sábado, el del domingo. Estaba bueno escuchar ese grito del compañero diciendo “auto” y se paraba la jugada.

A mí me gustaba juntarme a ver el partido entre charla y picada, sufrir con una pelota que se va cerca del palo o disfrutar de una buena jugada. Comentar el partido que acaba de terminar como si fuera la final de la copa del mundo y todos nosotros alrededor de la mesa hablando como periodistas deportivos.

Porque lo importante del futbol es que es un juego, esa es la magia, en donde hay tres resultados posibles, donde luego de noventa minutos no debería haber ningún problema.

A mí me gusta ver jugar a mi equipo, a otros, incluso a equipos de otros países, me gusta ver a la selección, me gusta ver tirar un caño, un tiro libre al ángulo, una salvada sobre la línea.

Cuando fue que dejamos de verlo como un juego? En qué momento dejamos de disfrutar con amigos para terminar agrediéndonos con mala leche y sin sentido? Desde cuando una cargada futbolera tiene que ser generadora de agresiones o desde cuando no podemos hacerla por miedo a la reacción del otro?

En qué momento se nos volvió normal que la gente se agarre a trompadas en la cancha de Chacarita o en el campito de la vuelta, que se suspendan los partidos, que por unos pocos, otros muchos deban perderse las definiciones, cuando se nos volvió normal que maten a un tipo que fue a ver a su equipo, que la barra te corra de la tribuna, que otros se caguen a tiros en el medio de un quincho, que siempre pensemos primero en el quilombo que se va a armar si…

Al final me pregunto por qué me sigue gustando el fútbol?

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