miércoles, 2 de junio de 2010

Esa Casa

Es domingo y son las seis de la mañana, recién llego, entro a la casona vieja, al zaguán, saludo, me saco las pilchas y tomo unos mates mientras va clareando en el ventanal gigante que da al patio. Después de hablar un rato, de preguntar como va todo, como viajaste, tuviste frío, me voy para el cuarto.
Cuanto hace que no entraba ahí solo, que cambiando de que esta, nos pasaron los años, a mi y a esas cuatro paredes que parecen tener ojitos en fila desde el zócalo hasta dos metros. Rechinan las maderas del parquet, les falta el brillo que una vez les conocí, ellas son las primeras astillas que se me clavaron en los pies. Miro de nuevo y ahora veo la pintura desgastada, que ya no esta el viejo póster que alguna vez colgué, me encuentro con un altar budista, sin la mesa de luz con la parte de arriba de marfil, todo esta cambiado…yo también.
Hacia mucho que no me quedaba en ese cuarto solo, mucho tiempo que no me acostaba en la cama que era de mi abuelo. Quien se acueste por primera vez en ella, va a pensar que es de lo más incomoda, el colchón de lana apelmazado por los años, la sabana gruesa de algodón que raspa solo un poquito, la frazada pesada. Esa casa que gran parte de mi vida me cobijo.
Salgo a buscar un poco de agua y la radio se escucha a lo lejos… ella también se fue a acostar y como siempre se quedo dormida con la radio prendida.

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